Pues lo dicho, realmente una imagen vale más que mis palabras: esta es la cara que se te queda cuando te lo juegas todo a una carta.
Y, aún a riesgo de ser redundante que diría el mayordomo del El Príncipe de Bel-Air, los que pagamos los platos rotos somos todos los españolitos de a pie.
A ver cuando espabilamos...
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