Spiga

Élites, poder y democracia

En España somos muy dados a las conspiraciones. Al menos esto se nos hace creer. Generalmente, una facción de la clase dirigente, al poco de llegar al Gobierno "descubre una conspiración". Siempre de oscuros grupos de presión, generalmente potentados, especuladores y enemigos del pueblo. Simplemente significa que una parte de la sociedad se opone a sus intereses. Y como no es difícil que esa parte de la sociedad tenga razón deben hacer creer que una parte de la población, elitista, antidemocrática en conscuencia, pretende robar la soberania al pueblo. Pero se encuentran con el problema de que son ellos los que representan al pueblo. Son ellos los que destilan la voluntad popular y confiren forma a la soberania popular.
Pero esta es la verdadera conspiración. Como los políticos son personas que los ciudadanos contratamos (en la terminología de Educación para la ciudadanía, ¡tócate los cojones!) para que dirijan la cosa pública (que no es de nadie, pero tiene dueño) solo ellos son dignos de decirnos que debe parecernos bien y que es lo que nos interesa.
Nada más lejos de la realidad. Tenemos múltiples ejemplos: Revilla dice que va a colocar Cantabria a la cabeza de España y no hace nada en esa dirección, pero la culpa es de los demás; los nacionalistas vascos se pasan la vida echando la culpa de sus males a Madrid, y sólo ellos son los culpables de todo lo que les pasa. Y el último ejemplo lo tenemos en Cataluña.
El absoluto caos de las infraestructuras públicas no es solo culpa de Madrid, la responsabilidad fundamental es de la clase dirigente catalana, absolutamente necia e ineficaz. Y, claro, lo necios se conjuran contra el que vale más que ellos, se llame Pizarro, Maroto o el de la Moto.
Este es el verdadero problema de los españoles: tenemos que soportar una clase dirigente, una élite ineficaz e incapaz de hacer nada a derechas, que dirige todos sus esfuerzos a permanecer controlando la situación y en que no nos enteremos de nada. No solo debe dimitir Maleni, desde ella hasta el último funcionario con funciones en la materia deben dejar la cosa pública. No tenemos porque pagar a cualquier inútil. Esta es la gran reforma que queda por hacer